POR EL RESCATE DE LA LITERATURA REGIONAL DE BLASCO BAZÁN VERA

Escribe: Elmer Robles Ortiz


Nuestro país, por su medio geográfico vario, multiforme, de contrastes, sintetiza todos los paisajes imaginables; lo cual inexorablemente condiciona al hombre y a sus obras. De este modo, la realidad natural y el tipo humano sumergido en ella han producido y continúan produciendo, en virtud del devenir histórico promisoria síntesis cultural.

En cada región, valle y rincón del Perú brota un mensaje y un estilo que contribuyen, dentro de la variedad, a desarrollar la unidad de nuestra cultura. Sin embargo, los provincianos –y uso el término sin el sentido peyorativo acuñado por Lima- hemos estimulado la vanidad y la absorción típica del centralismo. El pintor, el músico, el poeta, el novelista nacido fuera de la Capital han requerido el espaldarazo de los pontífices de turno de la intelectualidad limeña. Mas este panorama, de alguna manera subsistente, no es motivo para negar el vigoroso mensaje provinciano. En efecto, Trujillo y el norte son cuna de excelsas inquietudes intelectuales. Aquí sentimos ese palpitar, visible ya sea a través de la palabra, la plástica o la melodía. Y a pesar de los tiempos difíciles, como los de hoy, la producción intelectual abre su camino en nuestra urbe. Realmente agrada y reconforta leer noticias anunciadoras de nuevos aportes en las más variadas manifestaciones culturales.

Una señal d esa inquietud es la aparición de “Literatura Regional”, novísimo libro escrito por Blasco Bazán Vera. Esta obra, en propiedad, una introducción al derrotero cultural de los pueblos del Valle Jequetepeque, no aparece al azar o como hecho cultural aislado. Se ubica dentro de la palpable corriente creadora de Trujillo, y en medio del despertar de las conciencias implícito al proceso nacional de regionalización, incitador de expresiones del espíritu, y no limitado únicamente a cuestiones administrativas y económicas.

No obstante el significativo y reconocido nivel cultural d nuestro medio, el camino por recorrer es muy largo aún y está plagado de paradojas. En verdad, es penoso constatar, aquí y n todo el país, entre estudiantes, profesionales y demás sectores de la población, el desconocimiento de la geografía, la historia y la literatura de su propia región. El virreynato espiritual heredado de la época colonial y continuado durante la República con nuevas formas de hegemonía extranjera, así como la deficiente educación, son factores explicativos de tan terrible fenómeno. Pero contradictoriamente, con frecuencia escuchamos a personas de diferente extracción social y cultural, mencionar lugares lejanos, sucesos históricos ajenos, y citar autores y títulos de libros que jamás han leído. Por su puesto, nadie niega la necesidad d nutrirnos del patrimonio cultural. El problema radica n la ignorancia de loo propio frente al conocimiento de lo extraño, agravado por el desprecio que acompaña al primero y la fácil alabanza al segundo; todo lo cual nos ubica en el problema de nuestra identidad cultural y nacional.

Una manera de acercarnos a ella es rescatar, valorar y divulgar las contribuciones de hombres de ayer y hoy en las diversas áreas de creación intelectual, entre ellas la literatura, como lo hace Blasco Bazán Vera con 70 autores, poetas, escritores, historiadores, periodistas, nacidos ya sea en ciudades o villorrios: Pacasmayo, San Pedro de Lloc, Chepén, Guadalupe, Jequetepeque, San José, Pueblo Nuevo y Cultambo, o fuera de ese valle, pero vinculados a él.

Oriundo de Chepén, afincado en Trujillo, Blasco Bazán Vera es un profesor que ha desempeñado importantes cargos, entre ellos, Director del “Centro Viejo”. Inclinado a las letras desde joven, ha saboreado éxitos por sus escritos que, como su “Literatura Regional”, se caracterizan por su amenidad, sencillez, claridad y exposición didáctica.

Por las páginas de su libro, junto a eximios autores, desfilan otros, rescatados del olvido, ignorados en su propio terruño. No tiene objeto pasar íntegra su larga lista. Pero sí conviene, a manera de muestra, citar algunos. Entre los fallecidos figuran: Ezequiel González Cáceda, místico y bucólico poeta, enamorado de las verdes campiñas de su provincia “que en alegres cabalgatas/ recorría entusiasmado/ todo lleno de esperanzas/, aspirando el suave aroma/ de las tierras barbechadas”; Horacio Alva Herrera, de profundas huellas en la educación de Trujillo, poeta del mar, que aún en el arenal desolado encontró matices bellos con su mirada de artista; Nelly Fonseca Recavarren, sentimental poetisa que usó el masculino nombre de Carlos Alberto; el científico y ensayista Carlos Gutiérrez Noriega. Y entre las vivientes: Nicanor de la Fuente (Nixa), poeta, narrador y periodista, cargado de años y recuerdos, cuyas sabrosas cuartillas leemos en suplementos de “La Industria”; Eduardo González Viaña, revelador de misterios, acogido por crítica favorable dentro y fuera del país.

Blasco Bazán Vera traza un boceto de cada autor, a través de cuyos aportes y de su propia y directa vivencia percibe el olor de la tierra nativa, fija los ojos en ella, escucha la voz de su comarca y la pregona cargado de emoción. Sus páginas, impelidas por terrígena fuerza, se alimentan, pues, de las sustancias emanadas del ubérrimo valle de los antiguos régulos de Pacatnamú.

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