Antenor Orrego y su Carta a Vallejo

Por: Blasco Bazán Vera

Antenor Orrego Espinoza nació el 22 de mayo de 1892 en la hacienda Montán, Santa Cruz, Cajamarca. Desde joven radicó en Trujillo estudiando en el Seminario San Carlos y San Marcelo y luego en la Universidad de Trujillo.

Periodista innato, Su campo fue la Filosofía y la Política, Pensador innato, Brillante Educador, parlamentario, escritor y Rector de la Universidad de Trujillo.

Su calidad humana permitió rodearse de muchos amigos a quienes deleitó con su presencia y ejemplo. Descubridor de la valía de César Vallejo con quien le unió una entrañable amistad. Teniendo 22 años alcanzó a reunir a una juventud ávida de superación, digamos, juventud que a lo largo de la historia del siglo XX y aún más allá, jugó un papel de gran importancia en la vida pública del Perú. Esta juventud estuvo conformada por Víctor Raúl Haya de la Torre, César Vallejo Mendoza, Garrido Espinoza, Federico Esquerre Cedrón, Alcides Spelucín Vega, Oscar Imaña Sánchez, Macedonio de la Torre Collard, Juan Espejo Asturrizaga, Francisco Sandoval Bustamante, Juan Lora y Olivares, Carlos Cox Rosse, Alfonso Sánchez Arteaga, Eloy Espinoza Cárdenas, Jorge Castañeda Peralta, Leoncio Muñoz Rázuri, Julio Esquerre (Esquerrilof), Ciro Alegría Bazán, Manuel Vásquez Díaz, Néstor Alegría, Crisólogo Quezada Campos, Carlos Espejo Asturrizaga, José Agustín Haya de la Torre, Manuel Francisco Espinoza y Juana Manuel Sotero, quienes dieron lugar al nacimiento del histórico “Grupo Trujillo” o “Norte” “Grupo Bohemia” o finalmente conocido como “Grupo Norte”, allá por el año 1914.

Orrego es considerado como una de las más brillantes mentalidades de América Latina.

De pensamientos esclarecedores y su compañía personal siempre fue grata a cuantos se acercaron a él. Hizo de la vida su filosofía. Sus escritos están cargados de profundos mensajes. Sufrió la avalancha del odio de muchos que no comprendieron la inmensa bondad de su corazón. Basta leer sus escritos para darnos cuenta del tamaño de grandeza y sensibilidad que encerró este hombre. Su vida es una novela que muy bien podría disgregarse en sentidos capítulos como: Amigo, pensador y hombre, aunque el primero, como amigo, encierra todos los capítulos y mucho más pues su ternura y aplomo fueron inconmensurables.

Su amistad con César vallejo demostró hasta que extremos puede llegar la sinceridad de un hombre cuando entrega su Yo personal. Ambos, nacidos en el mismo año, no se buscaron. Se encontraron y se fundieron en una amistad que va más allá de la muerte y, para confirmar esto, basta leer aquella impresionante carta de fecha 6 de julio de 1926 donde Orrego, desde Lima, le dirige a Vallejo que se hallaba en París. En ella podremos fundirnos en un solo estruendo de emoción. Orrego: El ínclito, el periodista, el consejero y descubridor, el amigo bonachón; nos estremece con su epístola haciéndonos comprender en estilo y forma que las almas puras nacen predestinadas para ser luz.

En aquella carta es fácil deducir la inmensa virtuosidad de Orrego que lo llevaron a erigirse como El Maestro de la Juventud, El Pensador de América. Los que lo comprendieron sellaron con él la amistad franca, los otros, trataron de derribarlo hasta empobrecerlo económicamente y lo fustigaron tanto que nuestro pensador decidió radicar en otro país … “He aguardado mucho tiempo estar en mejores condiciones económicas. No me ha sido posible, Tenía la ilusión de llevar una regular cantidad de dinero para establecernos, tú, Julio y Yo, cómodamente en Europa. Todos mis cálculos me han fallado y no tengo paciencia para esperar más …”, le escribe Orrego a Vallejo. Es que Orrego era la piedra de tope o el pozo edificante donde muchos recurrían para absorber esperanzas genuinas. Estos pocos renglones de la misiva aludida nos presentan al hombre de carne y hueso con derecho a sufrir y buscar consuelo en el amigo lejano encontrando en él lo que él generosamente prodigaba a otros. Y sigue escribiéndole: -“…tú no tienes idea cómo se me ha hecho hostil todo lo que me rodea. Todas las pequeñas cosas de la tierra se me han vaciado encima y estoy sitiado como una fiera. Tengo que salir a reventar. No cabe vacilación en la alternativa. Sé a demás que en cualquier otra parte por más desgraciado y margo que estuviera, nunca lo será tanto como ahora. En estas condiciones voy a salir de Trujillo y del Perú, es decir, desheredado…”.

El férreo Orrego se descubre ante el cálido amigo y se desnuda intrépidamente mostrándole sus heridas con la esperanza sean comprendidas y sanadas con el bálsamo de la amistad. Orrego, el depositario de las inquietudes de los pobres macheteros de las azucareras del Valle Chicama está siendo vencido y, cual fiera acorralada, ruge; buscando retroceder para con el mismo ímpetu avanzar hacia la puerta de la libertad. Sigamos y comprendamos que en ella, nuestro filósofo, hace de la vida una Filosofía y convierte el desliz de otros, en triunfo para seguir escribiendo: “ …hace muchos meses que no escribo carta de Julio (Julio Gálvez Orrego, sobrino de Antenor), tengo sobre su vida vaga sospecha que me son muy dolorosas. Condúcelo y dirígelo, César no sabe cuánto he de agradecértelo. Impón tu autoridad amorosa de hermano mayor. La vida, según creo, no se ha hecho para el placer hedonístico sino para sufrirla gozándola en toda su sagrada tragedia de amor y de conocimiento, el dolor es el camino de comprensión y de revelación o sino no tendría sentido. Sólo así se llega a cierta serenidad interior. Sin embargo, cuántos dolores hay cobardes y estériles, dolores que hacen negativa una vida. Estos dolores que han perdido su santidad humana son engendrados en aquellas almas que han planteado como objetivo supremo de su vida la felicidad hedonística”.

En otro párrafo le dice: “ …la inteligencia no creo que se a otra cosa sino la justa aplicación de cada ser a sus fines. El animal jamás los traiciona porque es un vehículo pasivo a un designio interior. Pero el hombre tiene la libertad que hace su tragedia y que también su esclavitud. Por su libertad puede extraviarse y se extravía a veces. Entonces hace su vida inútil y hace estéril su inteligencia”. Mas luego le afirma: “ …somos pues la divinidad. Dios cada uno de nosotros. Un Dios personal, aparte del cosmos y de la vida es absurdo, es necio. Por lo menos yo no puedo imaginármelo sin repugnancia”. Y termina escribiéndole: … sin sentirlo casi he ido alargando esta carta. Perdóname me ha salido algo de lo más hondo de mi ser. Un abrazo de tu hermano. Antenor (firma).

Esta carta, llana y profunda, nos permite comprender la grandiosidad personal de Orrego quien no realizó el viaje ansiado quedándose, persuadido por Alcides Spelucín Vega, en el Perú, para servirlo, sentirlo y sufrirlo como pocos.

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