Letras Liberteñas

LA DESCONOCIDA CARTA DE CIRO ALEGRÍA BAZAN

Blasco Bazán Vera, blascobv@hotmail.com

Este Centenario de nacido que cumplirá Ciro Alegría Bazán, aparte de los mútilples honores literarios que tiene, doy a conocer una carta que la posee Dora Varona, viuda de Ciro Alegría, poco conocida, por no decir, totalmente desconocida, que revela de cuerpo entero la gallarda majestad que mantuvo siempre la ilustre personalidad de nuestro escritor quien contribuye a valorar y elevar la identidad y prosapia del hombre liberteño. Leámosla:

“Washington, D.C., 29 de septiembre de 1941

Señor Ing. Manuel Prado.

Presidente del Perú.

Lima, Perú.

Señor Presidente:

Tengo el honor de dirigirle ésta para pedirle la libertad del escritor Juan Seoane y del poeta Serafín Delmar. Al hacerlo, no me presento a usted con otra credencial que la de ser un escritor cuya obra tiene algún mérito, según la crítica, dentro de las letras americanas. A pesar del silencio que a este respecto guarda la prensa de nuestra patria, confío en que para usted y los mejores hombres de su gobierno cuentan todavía los valores espirituales. Con esta esperanza es que le escribo.

Creo que Juan Seoane y Serafín Delmar merecen la libertad. No solamente por su capacidad intelectual y su aptitud estética, que hacen su condición de prisioneros más deplorable, sino porque, sobre todo, son ciudadanos duramente golpeados por la injusticia. Sin entrar a discutir una condena que usted seguramente conoce mejor que yo, quiero hacerle recordar que para juzgarlos se dio una ley especial que adquirió efecto retroactivo, contra toda ley. Así Seoane y Delmar llevan ya diez años de lacerante encierro ante la actitud angustiada de las conciencias vigilantes de América que se preguntan: “¿Hasta cuándo?.

Conozco personalmente a Seoane y Delmar; yo he estado junto a ellos porque yo también sufrí prisión, durante un año en la penitenciaría de Lima. Puedo afirmarle que son dos claros espíritus, nobles e inteligentes, cuyo martirio de cada día constituye una ofensa para los sentimientos de la humanidad y de justicia para la cultura del Perú. Usted, señor Presidente, seguramente ha leído “Hombres y rejas”, el tremante libro de Seoane. Usted sin duda se ha horrorizado ante sus páginas, en las cuales parece crujir el dolor del hombre herido y abandonado en un antro de oscuridad sin tregua. Usted sin duda ha pensado ya en abrir esas rejas, con amplio gesto reivindicatorio, y me es grato creer que mi carta llegará a sus manos cuando tal resolución estaba tomada.

Es natural estimar que para usted, en su condición de Presidente para nuestra república, el asunto debe tener, ante todo, un carácter político. En este caso yo podría guardar silencio, pues los escritores rara vez adquirimos una eficacia directa e inmediata en la política. Nuestro mensaje más cabal está dirigido a los pueblos y ellos lo maduran con los días y lo devuelven a través del tiempo. Es la característica del trabajo del escritor. Pero si mi voz representa algo dentro de este momento, yo le diría a usted y a todo el Perú, con muchas ganas de ser escuchado: ¡Basta de fratricidio” Y sin personalizar, señor Presidente, no lo cupo a usted y, dentro de la perspectiva histórica, a ninguno de sus inmediatos antecesores. El drama de nuestra intolerancia civil comienza lejos y está enraizado en la vida peruana con tenaces y oscuras raíces. Es como si la lucha entre pizarristas y almagristas no pudiera terminar todavía. Merecerá grande reconocimiento y gratitud de nuestra patria el gobernante de mirada vasta y corazón bien puesto que, dando fin a una sangrienta contienda que dura más de cuatro siglos, cree mediante actos enérgicos a la vez que austeros el sentido de la unidad nacional.

Pensando así, yo le pediría que se levante usted frente a nuestro pasado para iniciar un nuevo rumbo poniendo en libertad a todos los sentenciados por tribunales de excepción. Comprendo que la tarea no es fácil, que se debe luchar contra defectos que se han tornado hábitos, intransigencias transformadas en menudos símbolos de poder y empecinadas fuerzas que tratan de afirmar negando. Pero es necesario partir de algún punto y confío en que usted asumiendo una nueva actitud en la vida peruana, quiera iniciar la era de la vida de la convivencia civilizada dentro del respeto a la ley y a la dignidad humana.

En resumen, sólo me resta decirle que en servicio de la justicia y la cultura, caras conquistas del hombre que usted seguramente aprecia como gobernante y como ciudadano, no dudo de que pondrá en libertad a Juan Seoane y Serafín Delmar.

Lo saluda atentamente: Ciro Alegría.

EN LA FOTO LOS HERMANOS: Ciro Alegría, Hilda Alegría, Danilo Alegría, Gerardo Alegría y Helmer Alegría Bazán.


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